07 febrero 2005

Mañana será tarde

Creo que si uno no tiene en la vida más horizonte que el trabajo, no tiene horizonte. Antes de que podamos darnos cuenta estaremos en la nómina vitalicia de la Seguridad Social, con todo el tiempo del mundo para recordar lo que fue o lo que no. Yo lo tengo claro. Me conformo con que nadie acabe echándome en cara el tiempo que no le dediqué. Me moriré feliz si consigo que el recuerdo de mi nombre no se asocie con el de un tipo que le entregó la vida, la única vida, a una causa ajena. Y que fue dejando por el camino un rastro de enemigos que un día no lo eran. Nunca he entendido a quienes sólo son lo que trabajan; eso no es ser. El que quiera, que me recuerde como un tipo al que a veces le hervía la sangre, como uno que hablaba demasiado, como el que saltaba cuando le pisaban el callo, como aquel fulano que eruptaba, al llegar las ocho, la rabia de la injusticia. Pero no quiero verme en el espejo de esos padres que les dedican a sus despachos más tiempo que a sus hijos y que a sus dormitorios. Vivir para trabajar me parece, como poco, inmoral. El que no lo ve, tiene un problema... o lo tendrá. Pero entonces ya será tarde.